Aunque vayamos por la calle apartando la vista de los Papás-Noel a punto de ahorcarse en los balcones y cambiando de conversación cada vez que alguien menciona el tema no podemos negar lo evidente: la navidad ya está aquí. Pero por supuesto, esta época no significa lo mismo para todo el mundo. Mientras que para algunos se convierte en un viacrucis de obligaciones familiares, anuncios de perfume con falso acento francés y actuaciones de Raphael, para los peques de la casa la navidad es un paraíso en el que lo que toca, más que la milonga de la paz y el amor, es una buena tanda de juguetes envueltos en papel chillón.
Si bien es cierto que jugar es uno de los derechos del niño y constituye un ejercicio vital para su desarrollo, no deja de ser más cierto que en nuestra sociedad el regalo (concretamente el juguete) se usa frecuentemente como moneda de cambio del cariño. Regalamos para hacer ver a nuestros retoños que estamos ahí, que no nos olvidamos de ellos: ¿O cuántos abuelos en este primer mundo compiten por que sea su casa la elegida por los reyes magos para dejar el mejor cachivache? ¿Cuántos tíos quieren ser los más guays al obsequiar a sus sobrinos con la última novedad? ¿Cuántos de nosotros nos creemos que por regalar el juguete más grande o más caro ellos (o sus padres) se van a dar cuenta de lo muchísimo que los queremos?
NUESTROS HIJOS (O SOBRINOS) NECESITAN VALORAR LO QUE YA TIENEN
En primer lugar, nuestros mini-yos no necesitan más juguetes porque seguramente ya posean unos cuantos (empieza a contar si eres valiente). Tirando por lo bajo, un niño nacido de unos padres sin hermanos, recibirá al menos seis juguetes cada navidad (utilizando una media de un regalo por persona: cuatro abuelos, dos padres). Ahora apliquemos la teoría a un caso real, nuestras familias, seguramente más grandes y con miembros que no se conforman con regalar sólo una pieza por persona. En esta ocasión el mismo niño recibirá una cantidad desproporcionada de trastos cada navidad. Esta situación hace que pasen de uno a otro sin darles importancia, casi agobiados por la cantidad de opciones para acabar entretenidos sólamente con sus favoritos y desechando los demás.
NUESTROS HIJOS (O SOBRINOS) NECESITAN ENTRENAR SU IMAGINACIÓN
Lo que realmente es importante para el desarrollo de nuestros monstruos es que usen su ingenio e inventen historias con los juguetes que ya poseen. Por eso no necesitan una muñeca que haga pis, caca y cante “A quién le importa” si le tiras del brazo tres veces, porque cualquier muñeca puede hacer pis, caca, casarse, tener hijos, sacarse una carrera, divorciarse, presentarse a unas elecciones y llegar a presidenta del gobierno si utilizamos nuestra imaginación.
NUESTROS HIJOS (O SOBRINOS) NECESITAN QUE JUGUEMOS CON ELLOS
Nuestros chiquirritines-chiquirriquitines quieren jugar y pasar tiempo con nosotros, sea con los juguetes nuevos, los viejos o los palos del parque. Tengo dos sobrinas de seis y dos años respectivamente y cuando más disfrutan, aparte de cuando me la lían y salen corriendo como ewoks huyendo del imperio, es cuando jugamos a perseguirnos y a escondernos, coloreamos, leemos cuentos o comemos chocolate a escondidas (perdona hermano, perdona prima). Y sí, sé que es difícil pasar tiempo con ellos entre nuestros trabajos, nuestras obligaciones diarias y nuestros estreses, y también sé que más veces de las que deberíamos nos sentimos culpables por este hecho, pero un juguete nunca lo va a compensar. Para muestra un botón:
Esta navidad regalemos a nuestros pequeños salvajes nuestro tiempo: una visita al teatro, una acampada en la montaña, una excursión a la playa o un picnic en el parque les harán más felices que cualquier tortuga ninja lanzando rayos láser por los ojos. ¿Te apuntas?
P.D. ¿Y tú? ¿Sabes ya qué vas a regalar a tus hijos (o sobrinos) esta navidad? ¡Pues compártelo con nosotros!
*Foto de portada: Unsplash
Alondra Day
noviembre 21, 2017Me ha gustado mucho esta reflexión. En mi caso, no tengo sobrinos pero sí un bebé. Aún no tiene ni 10 meses y ya andamos poniéndole un filtro a los familiares para que no se pasen comprando regalos para Navidad y su cumpleaños. Entiendo que tu post va encaminado sobre todo a quienes regalan a niños un poco mayores, pero es increíble lo pronto que empieza el impulso-consumista-navideño-infantil. Por ejemplo, en nuestro caso concreto creo que un reto en sí mismo es modular nuestra propia ilusión por hacer regalos… Eso sí, partiendo de la base de que lo más valioso que podemos darle a nuestro hijo, como también apuntas tú, es nuestro tiempo.
¡Un saludo!
Alba
noviembre 21, 2017¡Hola Alondra Day! (por cierto, muy bueno tu blog). La verdad es que este post lo escribí cuando sólo tenía dos sobrinas y ya un poco crecidas, pero ahora que estoy a punto de ser madre me doy cuenta de lo que apuntas, lo pronto que empieza a funcionar el engranaje de consumo en niños tan pequeños. Pero bueno, ahí estaremos nosotros para mostrarles lo importante 🙂 ¡Gracias por comentar!