El teléfono móvil es un invento maravilloso e internet aún más. Son una fuente de inspiración inagotable, nos permiten contactar con otras personas desde la otra punta de la tierra, nos ofrecen las últimas noticias en cada momento y nos muestran información detallada sobre cualquier cosa que se nos pueda ocurrir (enfermedades incluidas para desgracia de los hipocondríacos y sus médicos). Sin embargo, últimamente tengo la sensación de que a veces estas redes de comunicación tienen demasiada presencia en nuestra vida y de que, sin darnos cuenta, nos sentimos obligados a estar perpetuamente disponibles y conectados. No nos vayan a necesitar para algo. No nos vayamos a perder algo.

Algunos sabios dicen que el tiempo es lo único que no se puede comprar. Es cierto. Pero por culpa de estos inventos, que por otro lado son tan útiles, tiramos a la basura muchas más horas de nuestra vida de las que nos gustaría: ¿Cuántas veces hemos contestado a una llamada que sabemos que no es urgente mientras vemos una película? ¿o nos hemos perdido en mitad de una conversación por consultar un whatsapp que al final resulta ser un meme de Julio Iglesias? ¿o llevado al extremo la paciencia de otros comensales al no resistir la urgencia de hacerle una foto a la cena?

Ojo que esto no es un mea culpa. Pero en muchas ocasiones me sorprendo en estas situaciones (el otro día ya os conté mi difícil relación con el smartphone) y me horrorizo. Y más de una vez me he dado cuenta a posteriori de que mientras yo contestaba mensajes sin importancia a mi alrededor estaban sucediendo momentos preciosos: risas, debates, miradas, abrazos… ¿Merece la pena? Yo creo que no.

Así que para obligarme a desconectar y a la vez reconectar con la gente que me rodea, me he propuesto empezar mi particular proceso de desintoxicación. De momento, voy a aparcar móvil e internet este fin de semana. Sin excusas. Programando el post del domingo, las publicaciones del Una Vida Simple en facebook y organizando los planes al estilo de los noventa para quedar con mis amigos.

Y probablemente esto sea contraproducente para este blog, pero ¿por qué no te unes y desconectamos juntos? Deja el móvil en la mesilla antes de salir de casa, esconde el ordenador en el armario del baño y redescubre la aventura de vivir en desconexión total este fin de semana. Y luego nos contamos cómo ha ido.

P.D. Y tú, ¿tienes alguna rutina de desconexión? ¿o vas a probar este fin de semana? ¡Compártelo con nosotros!

*Foto de portada: Unsplash